ARTHUR C. CLARKE
Foto: Sanka Vidanagrama (tomada de internet). Me gusta esta foto de Clarke porque me recuerda a don Francisco Lemos Arboleda. La gente de Popayán que pase por aquí sabrá a qué me refiero.
Hoy 18 de marzo, me entero con pena en Bogotá de que mañana 19 de marzo se murió en Sri Lanka Arthur C. Clarke. Este escritor inglés no solamente es uno de los grandes maestros de la ciencia ficción, sino además un visionario y precursor de conceptos tan importantes para la humanidad actual, como los satélites artificiales y la órbita geoestacionaria. En el relato "El Centinela" de Clarke se basó la película de Stanley Kubrik "2001 Odisea del Espacio" que, en mi modesto concepto, es una obra maestra hasta ahora no superada, que nos marcó para siempre a los integrantes de una generación (por lo menos a los que desde entonces vivimos en olor de ciencia ficción.)
El siguiente relato forma parte del texto "DEL MANUAL PARA UN NUEVO USUARIO DEL PLANETA TIERRA" y cuenta las horas anteriores al nacimiento de mi hija Olivia, el 1° de Septiembre de 1988. Lo transcribo ahora en memoria de Arthur Clarke.
ENTRADAS REALES PARA UNA BITÁCORA IMAGINARIA
Agosto 28. Domingo, 8:30 p.m. En la buhardilla de Amaltea
Con mi mujer y nuestros tres hijos -nuestros cuatro hijos- estamos viendo una grabación de "2001 Odisea del Espacio", la obra maestra de Stanley Kubrick sobre la novela de Arthur Clarke. Nuestro cuarto hijo (o hija: las ecografías nos han anunciado una mujer) se aproxima al final de su período de gestación en el vientre de su madre.Aparte de las imágenes del espacio en la pantalla del televisor, las únicas luces que brillan en la buhardilla provienen de los controles de salida de la videograbadora y del amplificador, cuyos LEDS llevan el ritmo del "Danubio Azul", el clásico tema musical de la película. La tenue oscuridad permite que, a través de las claraboyas, veamos las estrellas: Sagitario, en el corazón de la Vía Láctea; cúmulos estelares, como ligeros manchones turbios y brillantes; Antares, el rojo corazón del Escorpión; y Saturno, con el mismo amarillo de algunos de los LEDS... Por la otra claraboya, Vega, en la constelación de la Lira. Deneb, del Cisne. Atair, en el Aguila.
Sobre una mesa, a nuestra derecha, el microcomputador en que esto escribo, descendiente directo de los computadores existentes en 1967, (y apenas un sueño) cuando Kubrick terminó la filmación de su película. Un eslabón en la cadena evolutiva hacia HAL 9000, el computador de la Discover, la nave que llevaría a las cercanías de Júpiter a los protagonistas de la "Odisea del Espacio". En este momento estamos apenas a 13 años del 2001, y a más de veinte de la fecha en que se hizo el clásico que vemos en la grabación. Cuantitativa y cualitativamente, mucho más cerca del futuro que del pasado.
Mientras en la pantalla una nave se aproxima al cráter Clavius, en la superficie de la Luna, por una pequeña ventana que mira hacia el oriente, a nuestra izquierda, comienza a aparecer una enorme y real Luna que inunda la buhardilla de resplandores plateados. Ligeramente ovalada -ayer fue Luna llena- asciende lentamente hasta ocupar completamente la ventana. Ilumina por detrás un sol de vidrio rojo que cuelga de otra minúscula ventana, cercana a la primera. Y continúa ascendiendo hasta perderse tras el marco superior de esta última. El color del cielo que penetra por las claraboyas se hace más metálico y atenúa las estrellas. Minutos después, mientras la nave Discover en la película se detiene frente a Júpiter, por la misma ventana de la izquierda aparece Marte*, rojo-anaranjado, brillante y agresivo, ofreciendo a los observadores de la Tierra una de las mejores oportunidades para observarlo en este siglo: el próximo 27 de Septiembre Marte y la Tierra, en su máxima aproximación posible, se alinearán sobre un mismo eje con el Sol. Los dos planetas van hoy rumbo a la cita.
"El intemporal instante pasó; el péndulo invirtió su oscilación. En una habitación vacía, flotando en medio de los incendios de una estrella doble a veinte mil años-luz de la Tierra, una criatura abrió sus ojos y comenzó a llorar".
El párrafo anterior se encuentra un par de páginas antes del final de la novela de Arthur Clarke. La película termina con un bebé-estrella que, desde su translúcida placenta cósmica, y aún unido a sus orígenes por el cordón umbilical, observa la Tierra con grandes ojos asombrados.
LA CONTINUACIÓN DE ESTE TEXTO SE ENCUENTRA EN LA ENTRADA DE OCTUBRE 7 DE 2006 DEL BLOG WITCHES-CHAOS
SE VENDE PLATILLO VOLADOR (Popayán, 2004)
SE VENDE PLATILLO VOLADOR (Popayán, 2004)
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