EL CAÑÓN DEL CHICAMOCHA (Santander, Colombia)
El paisaje comienza a arrugarse tan pronto como -hacia el Norte- termina la Sabana de Bogotá
Una de mis infancias estuvo estrechamente ligada al Cañón del Chicamocha porque mi papá era ingeniero de carreteras en Santander. Tengo la impresión de que el Cañón es -o está- más verde hoy que como lo viví más de cinco décadas atrás.
Allí aprendí que la naturaleza es el mejor libro de texto... y algo me alfabeticé para poderlo leer
La calavera sorprendida
En Colombia hay más de uno de estos cañones magníficos que no tiran balas. Para la muestra, Juanambú
Envidio a los geólogos que pueden leer al detalle la música escrita en esos pentagramas
El zig-zag propio de los caminos andinos. Bueno: de los caminos de montaña
Aproximación a Bucaramanga
Autorretratos. O mejor: avión-retratos
La Meseta de Bucaramanga desde Palonegro
Chicamocha en Guane: Hilo de plata en una noche de luna
El teleférico sobre el cañón
Cepitá, enclavado en el fondo del cañón del Chicamocha, me recuerda de manera inevitable a Irlanda, en el cañón del río Páez (Cauca). Irlanda desapareció cuando en el terremoto de Tierradentro (1994) se avalancharon la quebrada El Cementerio y el río Páez. Hasta donde sé, al contrario de lo que sucede en el Páez, no existen antecedentes de avalanchas en el Chicamocha. Menos mal.
Vegetación xerofítica en el cañón del Chicamocha
Pescadero, uno de los hitos obligados de mi infancia en Santander
La conclusión: hay que saber arriscar
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