EL GOLPE A-VISA
En general, para un colombiano cualquiera, la experiencia de sacar visa no es agradable. Con o sin razón, y aunque de dientes para afuera se afirme lo contrario, los colombianos no somos "personas gratas" para los gobiernos de otros países, o por lo menos ese es el mensaje que transmiten, de manera expresa o tácita, espontánea u oficial, los funcionarios encargados de expedir ese documento.
Toda persona de nacionalidad colombiana se presume indeseable, a veces incluso aunque demuestre lo contrario. Y lo peor es que los motivos de esa indeseabilidad no son transparentes. Los consulados, o más bien sus funcionarios y funcionarias, simplemente otorgan o niegan las visas, sin que el solicitante sepa nunca por qué sí o por qué no.
Pero bueno: en gracia de discusión, aceptemos que cada gobierno y quienes lo representan en el exterior, son libres de aceptar o de rechazar a quien aspire a visitar su país o, con mayor razón, a trastearse del todo.
Lo que sí resulta totalmente indignante es la actitud despótica de algunos agentes de Policía y de algunos vigilantes de empresas de seguridad privada (por supuesto de fabricación nacional), encargados del "orden público" en las sedes diplomáticas y consulares. Viktor Frankl, entre otros autores que vivieron los horrores de los campos de concentración nazis, cuenta que algunos prisioneros judios eran escogidos como capos: "prisioneros que actuaban como especie de administradores y tenían privilegios especiales. (...) Mientras los prisioneros comunes tenían muy poco o nada que llevarse a la boca, los capos no padecían nunca hambre; de hecho, muchos de estos capos lo pasaron mucho mejor en los campos que en toda su vida, y muy a menudo eran más duros con los prisioneros que los propios guardias y los golpeaban con mayor crueldad que los hombres de la SS. Claro está que los capos se elegían de entre aquellos prisioneros cuyo carácter hacía suponer que serían los indicados para tales procedimientos."
Acepto anticipadamente el argumento de que comparar los consulados con campos de concentración nazis resulta exagerado, como también lo es comparar con prisioneros a quienes aspiran a obtener una visa. El proceso de obtener ese permiso es más bien un campo de humillación.
Y por supuesto, los integrantes de este "Cuerpo Diplomático" asignados a embajadas y consulados, no le pegan físicamente a la gente, ni la torturan, ni la matan, como sí hacian los capos como parte de sus funciones en los campos de concentración. Pero si pudieran, lo harían. Porque esa es parte de la condición maldita de algunos integrantes de nuestra especie humana: la embriaguez cuando les otorgan un poquito de poder.
Claro: no son todos, ni seguramente esa actitud despreciable por altanera, forma parte del "Manual de Funciones y Requerimientos" de la Institución policial ni de las empresas de seguridad privada. Pero que los hay los hay.
¿Será que a esos uniformados, que de manera tan arrogante tratan a sus compratriotas de la fila, les pagan la quincena en euros o en dólares? ¿O será que cuando los asignan a esa portería, automáticamente ingresan a la "Nobleza" del respectivo país? Francamente, no creo.
Y además, eso tampoco justificaría ese despliegue innecesario y gratuito de prepotencia, despotismo barato y "autoridad internacional".
Toda persona de nacionalidad colombiana se presume indeseable, a veces incluso aunque demuestre lo contrario. Y lo peor es que los motivos de esa indeseabilidad no son transparentes. Los consulados, o más bien sus funcionarios y funcionarias, simplemente otorgan o niegan las visas, sin que el solicitante sepa nunca por qué sí o por qué no.
Pero bueno: en gracia de discusión, aceptemos que cada gobierno y quienes lo representan en el exterior, son libres de aceptar o de rechazar a quien aspire a visitar su país o, con mayor razón, a trastearse del todo.
Lo que sí resulta totalmente indignante es la actitud despótica de algunos agentes de Policía y de algunos vigilantes de empresas de seguridad privada (por supuesto de fabricación nacional), encargados del "orden público" en las sedes diplomáticas y consulares. Viktor Frankl, entre otros autores que vivieron los horrores de los campos de concentración nazis, cuenta que algunos prisioneros judios eran escogidos como capos: "prisioneros que actuaban como especie de administradores y tenían privilegios especiales. (...) Mientras los prisioneros comunes tenían muy poco o nada que llevarse a la boca, los capos no padecían nunca hambre; de hecho, muchos de estos capos lo pasaron mucho mejor en los campos que en toda su vida, y muy a menudo eran más duros con los prisioneros que los propios guardias y los golpeaban con mayor crueldad que los hombres de la SS. Claro está que los capos se elegían de entre aquellos prisioneros cuyo carácter hacía suponer que serían los indicados para tales procedimientos."
Acepto anticipadamente el argumento de que comparar los consulados con campos de concentración nazis resulta exagerado, como también lo es comparar con prisioneros a quienes aspiran a obtener una visa. El proceso de obtener ese permiso es más bien un campo de humillación.
Y por supuesto, los integrantes de este "Cuerpo Diplomático" asignados a embajadas y consulados, no le pegan físicamente a la gente, ni la torturan, ni la matan, como sí hacian los capos como parte de sus funciones en los campos de concentración. Pero si pudieran, lo harían. Porque esa es parte de la condición maldita de algunos integrantes de nuestra especie humana: la embriaguez cuando les otorgan un poquito de poder.
Claro: no son todos, ni seguramente esa actitud despreciable por altanera, forma parte del "Manual de Funciones y Requerimientos" de la Institución policial ni de las empresas de seguridad privada. Pero que los hay los hay.
¿Será que a esos uniformados, que de manera tan arrogante tratan a sus compratriotas de la fila, les pagan la quincena en euros o en dólares? ¿O será que cuando los asignan a esa portería, automáticamente ingresan a la "Nobleza" del respectivo país? Francamente, no creo.
Y además, eso tampoco justificaría ese despliegue innecesario y gratuito de prepotencia, despotismo barato y "autoridad internacional".
1 Comments:
como dice el chiste: el cruce de un boyacense con un argentino resulta en celador que se cree dueño del edificio.
Chiste flojo y viejo, pero a lugar.
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